¿Es moral monitorizar al personal de tu empresa?

6 de diciembre de 2022

¿Es moral monitorizar al personal de tu empresa?

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El pasado mes de octubre, una empresa de Florida fue condenada a pagar $75.000 dólares a un empleado remoto que fue despedido por rehusar ser monitorizado de forma continua a través de su webcam. A pesar de que este profesional había cumplido con todas sus tareas correctamente, la empresa consideró que su renuncia a la monitorización era un motivo suficiente para su despido, algo que los juzgados no vieron de la misma manera.

La noticia abrió el debate sobre la conveniencia o no de monitorizar al personal de las empresas y sobre los límites razonables de la misma. ¿Hasta qué punto es aceptable invadir la privacidad de los empleados y empleadas de una compañía para supervisar su trabajo? ¿Y hasta qué punto puede resultar productiva la ausencia de esta monitorización?

¿Es moral monitorizar al personal de tu empresa?

El problema del trabajo remoto

En buena medida, el auge del trabajo remoto es responsable de muchos de estos debates, ya que la ausencia de un espacio común de trabajo en una oficina pasa a reemplazarse por herramientas de seguimiento. Sin embargo, la línea que separa lo legítimo de lo ilegítimo en materia de privacidad es muy fina, de manera que conviene tener mucho cuidado con los métodos que se utilizan para monitorizar a este tipo de personal.

Pero el trabajo a distancia también supone un verdadero quebradero de cabeza a la hora de garantizar la seguridad de los datos de una empresa. La imposibilidad de centralizar todas las comunicaciones a través de una intranet refuerza la necesidad de instalar aplicaciones como una VPN, que se encarga del cifrado y la protección de la información enviada online. Por eso, muchas compañías están contratando los servicios de diferentes VPN de prueba para evaluar la que les ofrece mayor seguridad y mejor rendimiento.

Un cambio de paradigma basado en el rendimiento

Las protestas de los miembros del personal que buscan contar con mayor privacidad a la hora de trabajar responden además a un cambio de paradigma donde lo que se prima ya no son las horas trabajadas, sino el rendimiento ofrecido. Conviene recordar que la jornada de 8 horas estaba basada en los turnos de las antiguas fábricas del siglo XIX, donde la mano de obra desempeñaba una función repetitiva y mecánica que bien podía pagarse de acuerdo con las horas trabajadas.

Este sistema, sin embargo, deja de tener sentido cuando lo que se busca es obtener un cierto rendimiento por parte del personal, por ejemplo, programar diferentes características dentro de una aplicación, desarrollar un cronograma para un proyecto, o conseguir ciertos contratos con algún cliente. En estos casos, lo que prima es el objetivo, y, con frecuencia, tanto da que se consiga en 3 horas o en 7. Por eso, la supervisión exhaustiva a través de herramientas de monitorización o webcams pasa a ser innecesaria.

Una monitorización contraproducente

Pero los problemas en la monitorización pueden ir incluso más allá y hacer que resulte incluso contraproducente. Cuando los empleados y empleadas perciben que tienen siempre un ojo encima que les impide tomarse un pequeño descanso o distraer su atención durante un par de minutos, su manera de trabajar frecuentemente cambia a peor. Y no se trata de una medida de protesta, sino de una consecuencia lógica de esta vigilancia.

Los microdescansos al trabajar con el ordenador, las pequeñas distracciones como el café o incluso la conciliación con la vida familiar generalmente resultan productivos y ayudan a mejorar la concentración frente a tareas tediosas o proyectos de muchas horas. Reprimir esa naturalidad a la hora de trabajar puede ocasionar fallos de concentración perjudiciales para la empresa y para cualquier proyecto en que se esté trabajando.

La caída de la motivación… y la pérdida de talento

Además, es evidente que este tipo de monitorización no es agradable. Se corre el riesgo entonces de que los empleados y empleadas con mayor talento decidan buscar una compañía diferente que les permita trabajar de manera más cómoda y sentirse mejor valorados. ¿Qué sentido tiene entonces controlar de manera exhaustiva a un empleado y forzarlo a que se vaya a la competencia al cabo de un par de meses?

Es evidente que, a día de hoy, a las compañías les resulta mucho más fácil acceder a talento internacional a través de internet, pero lo mismo puede decirse del personal, que puede encontrar en la red numerosas ofertas de trabajo con condiciones superiores a las de sus contratos actuales. Por eso conviene limitar la vigilancia excesiva, ya que tenemos mucho que perder, y poco que ganar.

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