La historia de Matías Leiva, fundador de "La Insolencia"
En el año 2015 tenía sólo 10 dólares en el bolsillo, se encontraba endeudado y no tenía nada para comer. Tres años más tarde ya era dueño de una empresa que contaba con 30 empleados y vendía más de 3.000 sándwiches diarios en las calles de Santiago de chile. ¿Cómo lo logró?
El protagonista de esta historia es Matías Leiva, un chileno que nació en La Ligua en 1982. A sus 17 años viajo a Santiago de Chile para formarse como cura. Luego de cuatros años en el seminario, decidió que eso no era lo que quería hacer con su vida. A los 21 años se vio obligado a buscar su sustento diario en diferentes empleos. Fue profesor, y trabajó en diferentes empresas de transporte por salarios que no superaban los $800 dólares al mes.
Debido a sus pocos ingresos y al mal manejo de sus finanzas, a los 33 años de edad se encontraba en la quiebra, pues tenía una deuda bancaria de más de $12 mil dólares.
Iniciando un negocio propio con solo $10 dólares
Un día en octubre del 2015, luego de recibir el pago por su trabajo en una empresa de comercio exterior y tras pagar las cuotas de sus deudas, a Matías le quedaron $10 dólares en su bolsillo. Era apenas la mitad del mes y no sabía cómo podría subsistir hasta recibir su siguiente pago. Desesperado por la situación, lo primero que se le ocurrió fue ir al supermercado y adquirir algunos ingredientes para realizar emparedados y venderlos en la calle.
Con los ingredientes comprados, elaboró un total de 12 sándwiches de jamón y queso que salió a vender a la calle lleno de vergüenza y nervios a la mañana siguiente. Para su fortuna, logró venderlos todos antes de las 9 de la mañana, hora a la que entraba a trabajar. Al finalizar su jornada laboral, adquirió nuevos ingredientes y salió al día siguiente junto a su mejor amigo a vender 18 sándwiches.
En el trayecto observaba el comportamiento de las personas y sus competidores directos. Matías sabía que, para que su negocio tuviera éxito, debía destacarse de los otros vendedores ambulantes. Ese día vendieron todos los emparedados y, junto con su amigo, que más adelante se convirtió en socio de la empresa, comenzaron a diseñar sus primeros dos productos. A la mañana siguiente, aumento la cantidad de sándwiches a 20 unidades y los vendieron todos en unas pocas horas. Así, fueron repitiendo la formula día tras día. Al poco tiempo, las ventas ya superaban las 50 unidades diarias. A los tres meses tuvieron que contratar a su primer ayudante. Poco a poco, el negocio iba tomando forma. Matías decidió nombrar su empresa “La Insolencia”, porque, según sus propias palabras, “hay que ser insolentes ante la vida, actuar sin pena ni miedo, para poder encontrar la felicidad y disfrutar día a día”.
Destacando de la competencia
Decidió que, para salir a vender, debían ir con su mejor ropa y portar un delantal y gorro característicos que los diferenciaran de los demás vendedores. Los emparedados iban en un canasto de madera y cada vendedor trataba con sumo respeto a sus clientes. Pronto “La Insolencia” encontró su nicho de mercado entre los transeúntes del centro de Santiago de chile: gente que tenía prisa, que buscaba algo para desayunar que fuera saludable y a un costo razonable. Como los locales comerciales abrían hasta las 10 de la mañana, muchas personas aseguraban su desayuno con los productos de La insolencia.
A medida que su negocio iba escalando, Matías adoptó la filosofía de ayudar a aquellas personas que se encontraban en situaciones económicas difíciles, permitiéndoles sumarse al equipo de su empresa. Cada persona cumplía un rol importante, desde el control de calidad hasta la gestión de las ventas. Poco a poco, la empresa se hizo más formal y llegó a contar con su propio establecimiento para preparar los emparedados y con oficinas para planificar la estrategia de ventas.
Todos los días los empleados se reunían a las 5 de la mañana para preparar, con ingredientes frescos, los sándwiches gourmet que iban a vender ese día. Una hora más tarde de salir al centro de la ciudad, todos los emparedados ya estaban vendidos.
Un año después de estar en marcha su empresa, Matías logró cumplir un sueño: decirle a su mamá que dejara de trabajar de niñera y brindarle su propio salario producto de las ventas de La Insolencia.
¿El fin de La Insolencia?
En el 2017 un medio local conoció la interesante historia de Matías y de La Insolencia, y no dudó en realizar un reportaje con su testimonio. Pronto, el negocio comenzó a hacerse muy reconocido en Santiago de Chile y la repercusión de la nota periodística atrajo la atención de medios nacionales e internacionales. Indudablemente, esto impulsó el éxito de la empresa que, para aquel entonces, ya contaba con 30 empleados, vendía más de 3 mil emparedados diarios y llegó a generar ganancias por cerca de $100 mil dólares mensuales; pero, con la fama comenzaron a llegar los problemas.
Al finalizar un reportaje en una cadena nacional, Matías recibió la llamada del alcalde de Santiago de Chile, quien le informaba que “estaban en problemas”. La insolencia, pese a ser una empresa constituida y cumplir con las obligaciones de ley con sus empleados, estaba ocupando de forma ilícita el espacio público. Según las leyes de la ciudad, el permiso especial para vendedores ambulantes solo es otorgado a personas que cumplen ciertas condiciones de vulnerabilidad.
Era imposible que La insolencia fuera acogida por las leyes si no contaba con un local físico y dejaba de ocupar el espacio público. Así, la alcaldía comenzó una persecución hacia los vendedores ambulantes del centro de la ciudad; entre ellos, el equipo de La Insolencia, a quienes les decomisaban sus canastos y los llenaban de multas por incumplir la ley. Así pasaron algunos meses hasta que la empresa acumulo un total de $100 mil dólares en infracciones, hecho que terminó por quebrar la empresa.
Para evitar problemas mayores, en agosto del 2018 Matías decide cesar las actividades de La Insolencia en las calles. Un fuerte golpe para él, su socio y las más de 20 personas que hacían parte de un emprendimiento que había surgido prácticamente de la nada.
Hoy en día Matías Leiva se dedica a dar charlas motivacionales por todo Chile y está planeando abrir su próximo negocio de comida, pero esta vez mucho más establecido para cumplir con todo lo que el gobierno exige. Mientras termina de adecuar el local, trabaja solo, vendiendo emparedados a las afueras de una estación del metro y vendiendo a sus antiguos clientes que le hacen pedidos por las redes sociales. ¿Podrá Matías Leiva con su insolencia reponerse de este traspié?
Sin lugar a dudas, es una historia muy inspiradora y llena de valiosas lecciones para emprendedores. Matías nos demuestra que no se necesita un gran capital para empezar un negocio rentable siempre que se encuentre una necesidad relevante por cubrir o un problema por resolver. Además, vemos la importancia de destacarse de la competencia, brindar un producto o servicio de calidad, estar atentos a cumplir con las exigencias legales y enfocarse en los clientes para lograr el éxito en los negocios. En las propias palabras de Matías:
“Cuánta gente que está en la casa se pregunta qué puedo hacer. Es solo ponerse a pensar y buscar la mejor respuesta al mejor problema”.
Este articulo tiene 2 comentarios
Pero que insolente mas grande.......
ResponderPor muy positivo que sea el mensaje, ir contra la ley y vender alimentos sin los registros sanitarios requeridos son faltas muy graves.
ResponderAdemás, 800 dólares es un salario altísimo en Latinoamérica, incluso en esa época.
Para ilustrar modelos de negocio escalables sobran ejemplos, mas este no es uno de ellos.
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