La historia de Stephen Hawking, el genio que exploró el universo con su mente

20 de febrero de 2022

La historia de Stephen Hawking, el genio que exploró el universo con su mente

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A mediados de los años 60’s, un joven británico fue diagnosticado con una terrible enfermedad degenerativa que afectaba sus funciones físicas. Según los médicos, solo le quedaban 2 o 3 años de vida. 50 años más tarde, este joven no sólo logró sobrevivir a la enfermedad, sino se convirtió en una de las mentes más brillantes de todos los tiempos, tras postular revolucionarias teorías acerca de los agujeros negros y el origen del universo… ¿Cómo lo logró?

¿Cómo se convirtió Stephen Hawking en uno de los más grandes científicos de todos los tiempos?

El protagonista de esta historia es Stephen William Hawking, quien nació el 8 de enero de 1942, en Oxford, Inglaterra, en plena Segunda Guerra Mundial. Curiosamente, como le gustaba recordar, el mismo día 300 años después de la muerte del físico italiano Galileo Galilei.

Sus padres fueron Isobel y Frank Hawking, dos ciudadanos londinenses que dedicaron su vida a la academia y a la investigación. Su madre realizó estudios en Filosofía, Economía y Política; mientras que su padre fue un médico experto en la investigación de enfermedades tropicales y catedrático del University College de Oxford.

En 1941, Isobel y Frank decidieron desplazarse de Londres a Oxford con el fin de encontrar un lugar más seguro para la gestación del hijo que esperaban, pues Londres estaba siendo constantemente bombardeada por la temible fuerza aérea de la Alemania Nazi.

Después del nacimiento de Stephen, la familia volvió a trasladarse a Londres, esto debido a que Frank Hawking encabezaba la división de parasitología del National Institute for Medical Research.

En el instituto, el pequeño Stephen cursaría sus años escolares sin llamar demasiado la atención, teniendo un desempeño académico bastante regular. Sin embargo, gracias al apoyo de sus padres despertó un espíritu curioso y un gran amor por la lectura. También, como sus familiares recuerdan, disfrutaba mucho acostarse en el césped a mirar las estrellas.

Un día su padre le dijo: “Cuestiona todo, piensa en grande”. Estas palabras se quedaron en su mente y lo guiaron a lo largo de su vida para cumplir sus más anhelados propósitos.

Al graduarse, Stephen, inspirado por uno de sus profesores, quiso estudiar Matemáticas, pero su padre deseaba que él hiciera la carrera de medicina en el University College de Oxford. Como en esta institución no existía la carrera de matemáticas, el joven llegó a un acuerdo con su padre y se postuló para Ciencias Naturales, logrando obtener una beca.

Al instalarse en su nueva alma máter, se especializó en Física y sus intereses se centraron en la termodinámica, la relatividad y la mecánica cuántica. Para evitar el aburrimiento universitario, se unió al equipo de remo, donde destacó por ser un buen líder en su trabajo como timonel. Pese a que no solía esforzarse mucho académicamente, su gusto por las matemáticas lo ayudaba a mantener un buen rendimiento.

Luchando contra una terrible enfermedad

Durante su último año de estudio comenzó a notar algo extraño: de repente sus movimientos se hacían cada vez más torpes. Incluso llegó a caerse una o dos veces sin un motivo aparente. Una noche se cayó por las escaleras, perdiendo el conocimiento y temporalmente la memoria. Sin embargo, no le dio mucha importancia al asunto.

Tras obtener su título de grado en 1962, inició un posgrado en Cosmología en el Trinity Hall de Cambridge, pues, más allá de su interés por las matemáticas y la física, su verdadera pasión era la investigación del orden del Universo, las preguntas por el origen y el cómo llegamos a ser lo que somos en términos planetarios.

Luego de concluir sus estudios de posgrado, decidió realizar su doctorado en Cambridge. Allí conoció a Jane Wilde, quien se convertiría en la mujer más importante de su vida. Se conocieron en una fiesta cerca al fin de año y de inmediato sintieron una fuerte atracción.

“A pesar de lo excéntrico que era, Stephen me gustó desde el principio. Los dos éramos tímidos cuando estábamos en presencia de otros, pero confiábamos en nosotros mismos cuando estábamos juntos.” -Escribió Jane acerca de su relación con Hawking.

Al finalizar su primer año de doctorado, viajó a casa de sus padres para pasar la navidad. Para ese momento, la torpeza en sus movimientos había aumentado considerablemente. Un día, sufrió otra inesperada caída sobre una pista de hielo, caída de la que no pudo levantarse. Fue llevado al hospital y, luego de dos semanas de exámenes, le revelaron algo que cambiaría su vida para siempre: Stephen padecía una enfermedad denominada Esclerosis Lateral Amiotrófica, también conocida como ELA. Los doctores que realizaron el diagnóstico pronosticaron que al brillante joven le quedaban apenas dos o tres años de vida. A medida que avanzara la esclerosis, que es un padecimiento degenerativo neuromuscular, se esperaba que fuera perdiendo la movilidad de todo su cuerpo, aunque no se verían afectadas sus facultades intelectuales.

Esta noticia fue devastadora para él. Los primeros meses sufrió una profunda depresión y no hallaba la manera de sobreponerse. En ese momento, Jane le brindó todo su apoyo y se convirtió en su razón para seguir viviendo. Dos años más tarde se casaron y de este matrimonio nacerían tres hijos.

Revolucionando el mundo de la ciencia

En un principio, la esclerosis avanzó rápidamente, pero de repente comenzó a frenar sus efectos. Mientras luchaba contra la enfermedad, Stephen siguió trabajando en su tesis doctoral de física acerca de las propiedades de los universos en expansión. Al finalizar la tesis, su tutor expresó:

“Es el más bello documento en la historia de la física.”

Para finales de la década de los años 60’s, con un título de doctorado, el gran amor de su esposa y mucha determinación, Stephen se propuso a obtener un trabajo en Cambridge. Allí, junto con su colega Roger Penrose, abordaría uno de los mayores problemas de la física…

Albert Einstein planteó la “teoría de la relatividad”, que explica el movimiento y comportamiento de objetos inmensos, como estrellas y galaxias. Sin embargo, esta teoría no podía describir las leyes que rigen a las partículas subatómicas. La teoría que ayuda a comprender estas partículas es la mecánica cuántica. En esa época existían dos corrientes: quienes apoyaban el pensamiento relativo y quienes apoyaban el pensamiento cuántico. Ambas teorías se contradecían entre sí, lo que originaba una discusión constante entre los dos bandos debido a que usaban leyes e incluso matemáticas distintas.

Stephen buscaba encontrar una teoría que unificara ambas ramas, algo que nunca nadie había intentado o imaginado. Durante toda su vida trabajó en busca de la respuesta a “la teoría del todo”: una ecuación matemática única que dé respuestas a todos los interrogantes del universo. Algo similar a lo conseguido por Isaac Newton en el siglo XVII cuando logró unir la física terrenal a la física de los astros del firmamento con la Ley de la Gravitación Universal.

En 1974, se convertiría en una de las personas más jóvenes en ser elegido miembro de la Royal Society, una de las sociedades científicas más prestigiosas y antiguas de Reino Unido y Europa.

A partir de 1975, se centraría en una de sus más célebres teorías: aquella propuesta teórica sobre la naturaleza de los agujeros negros.

Primero, trabajó con Brandon Carter y Werner Israel en una teoría que apoyaba el “Teorema del no pelo” de John Archibald Wheeler, que postula que todo agujero negro presenta tres parámetros observables de manera externa: su masa, su carga y su momento angular.  Si se le denomina como “Teorema del no pelo” o “Teorema de la calvicie”, es porque el mismo Wheeler, quien, de hecho, también sería la persona en acuñar el término “agujero negro”, determinó que, la materia que forma el agujero negro o que está cayendo en él, desaparece detrás del “horizonte de sucesos” y es permanentemente inaccesible a un observador externo. De ahí procede la expresión: “Los agujeros negros no tienen pelo”.

Eventualmente, Hawking se basaría en un postulado de Robert Oppenheimer, creador de la bomba atómica, que afirmaba que un agujero negro se podría crear luego de que un objeto de gran masa colapsara por su propia fuerza gravitatoria. Esto haría que la masa se condensara en un infinitesimal tamaño, con una enorme densidad, fenómeno que es conocido con el nombre de Singularidad.

Stephen tomó este concepto para explicar el Big-Bang y la creación del universo; pues él pensaba que este hecho era como la creación de un agujero a la inversa: una explosión de energía y materia que estaba condensada en un espacio muy pequeño. Su teoría era que el universo habría nacido de una singularidad. Además, después de analizar la emisión de rayos gamma, sugirió que, después del Big-Bang, se debieron formar diminutos agujeros negros primitivos.

En otra oportunidad, junto a sus colegas Bardeen y Carter, propuso “las cuatro leyes de la termodinámica de los agujeros negros”, estableciendo una analogía con la termodinámica. También, calculó que los agujeros negros debían crear y emitir partículas subatómicas hasta agotar su energía y evaporarse, algo que se conoce en la actualidad como “Radiación de Hawking”. Este fenómeno hacía que los agujeros negros disminuyeran poco a poco su tamaño y aumentaran su temperatura; conforme más pequeños se hacían, mayor era su temperatura. Y cuando llegan a un límite, estos explotan con una energía descomunal, comparable a montones de bombas atómicas de miles de megatones. Con base en ello, llegó a la conclusión de que el Big-Bang ocurrió por la colisión o explosión de varios agujeros negros. Para poder sustentar su teoría, tuvo que crear un novedoso y complejo sistema matemático que unía la teoría de la relatividad junto con la teoría cuántica y la termodinámica.

Unos años después, junto al físico James Hartle, propuso un modelo topológico en el cual el Universo no tenía fronteras en el espacio-tiempo, reemplazando la singularidad inicial de los modelos clásicos del Big-Bang.

Dificultades y retos en la vida de Stephen Hawking

En 1979, Stephen inició su carrera como profesor en la Universidad de Cambridge, cargo que mantendría hasta el día de su jubilación el 1 de octubre del 2009. Tiempo después, se convertiría en director de investigación en el Centro para Cosmología Teórica de la misma universidad. Además, ostentó la distinguida cátedra de investigación en el Instituto Perimeter de Física Teórica de Waterloo, en Ontario.

Para ese momento, el brillante científico debía transportarse en una silla de ruedas, pues la esclerosis le había hecho perder la movilidad de todo el cuerpo, a excepción de los ojos y uno de sus dedos; sin embargo, sus conocimientos, su gran capacidad intelectual y su buen sentido del humor seguían intactos.

En una ocasión, sufrió una grave neumonía. Luego de conectarlo a un respirador artificial, Stephen parecía no responder. Los médicos se plantearon la idea de desconectarlo, pero Jane se opuso firmemente. Afortunadamente, mostró una mejoría, aunque los médicos tuvieron que realizarle una traqueotomía para salvarlo, lo que lo llevó a perder su voz. Para solventar este problema, le fabricaron un sintetizador de voz unido a su silla que podía manejar con un puntero para formar palabras y comunicarse. Más tarde, este sintetizador se complementaría con una potente computadora que manejaba tan sólo con el movimiento de una de sus mejillas y el parpadeo de sus ojos. Como su deterioro físico seguía aumentando, tuvo que pedirle a la compañía Intel que adaptara la computadora de la silla a su nula movilidad. Como dato curioso, a él le gustaba la voz robótica de su sistema de comunicación, incluso la llegó a considerarla como un “sello de su personalidad”.

Pese a todas las adversidades, nunca perdió su amor por la física y la cosmología, y tampoco dejó de vivir intensamente la vida, llegando a realizar viajes en globos aerostáticos, participó en un vuelo de gravedad cero a los 65 años de edad a bordo de un Boeing 727, y hasta se fracturó una pierna por ir a gran velocidad en su silla de ruedas.

"Cuando las expectativas de uno son reducidas a cero, uno realmente aprecia todo lo que tiene." -Eran sus palabras.

Por su enfermedad, Hawking debía permanecer bajo el cuidado médico, por lo que contó con el apoyo de varias enfermeras a lo largo de su vida. Una de estas enfermeras fue Elaine Mason, de quien poco a poco se enamoró y con quien eventualmente iniciaría una relación.

Por otra parte, su matrimonio con Jane no iba muy bien. Desde que Stephen había comenzado a adquirir fama por sus descubrimientos científicos, constantemente tenían que viajar de un país a otro, e incluso entre continentes, hecho que terminó por agotar a Jane, quien veía cada vez más difícil la tarea de transportar y cuidar a su esposo debido a su severa discapacidad. Luego de 30 años juntos, Stephen pidió el divorcio. No fue una separación fácil. A partir de ese momento, Jane optó por alejarse de la esfera pública.

En 1995, Hawking y Elaine contrajeron matrimonio. La relación duro 11 años, y estuvo marcada por la polémica, luego de que una de sus hijas denunciara a la mujer por impartir malos tratos a su padre. Mucho se especuló al respecto, pero el propio Stephen decidió no rendir declaraciones a la policía cuando fue interrogado, lo que terminó por desestimar la denuncia.

Uno de los más grandes genios y divulgadores científicos de la historia

Mientras afrontaba sus líos amorosos, el brillante físico iniciaría su faceta como divulgador científico, la cual lo llevaría a posicionarse como un “Rockstar” del mundo de la ciencia.

Además de todos los artículos que publicó en diferentes medios, escribió tres libros que se convertirían en best-sellers: “Breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros”, en 1988; “El Universo es una cáscara de nuez”, en el 2001; y “Brevísima historia del tiempo”, en 2005, su obra más famosa, una nueva versión del primero de los libros mencionados, pero dirigido a un público más amplio.

La fama conseguida tras las publicaciones de sus libros, le permitió tener memorables apariciones en producciones como Los Simpson, Star Trek y The Big Bang Theory.

También, llegó a ser muy reconocido por sus afirmaciones y documentales sobre temas cómo los viajes en el tiempo, la inteligencia artificial y los extraterrestres.

En el año 2014, se estrenaría una producción inglesa que narra los pormenores de su vida, la película: “La teoría del todo”, dirigida por James Marsh y protagonizada por Eddie Redmayne, actor que, gracias a su interpretación de Stephen Hawking, se ganaría un Oscar, un Globo de oro, un Bafta y un premio del Sindicato como “mejor actor protagónico”. En la ceremonia de estreno de la película, Stephen y Jane se reencontraron y volvieron a mantener comunicación desde entonces, permitiéndole a la familia Hawking estar reunida de nuevo en varias ocasiones.

Luego de toda una vida dedicado a seguir sus pasiones y a investigar los más grandes misterios del universo, el 14 de marzo del 2018 el exitoso físico y divulgador científico falleció en su casa de Cambridge a la edad de 76 años, según comunicaron sus tres hijos. Pese a las especulaciones, la familia, en su comunicado oficial, no reveló las causas de la muerte y sólo manifestó que “expiró en paz”.

Así concluimos la fascinante historia de Stephen Hawking, una de las mentes más brillantes de todos los tiempos. Una persona que no conoció límites en su camino y que, gracias a su pasión por la física y al invaluable amor y apoyo de su compañera de vida, pudo enfrentar y superar la difícil enfermedad que estuvo cerca de acabar con sus sueños siendo muy joven, convirtiéndose así en fuente de inspiración de millones de personas que buscan dedicarse al mundo de la ciencia y en ejemplo de superación para la humanidad. En sus propias palabras:

“A veces me pregunto si soy tan famoso por mi silla de ruedas y mis discapacidades, como por mis descubrimientos. Obviamente, debido a mi discapacidad, necesito ayuda, pero yo siempre he tratado de superar las limitaciones de mi condición y llevar una vida lo más completa posible. Creo que mi mayor logro ha sido motivar a la gente a pensar en su cosmos y nuestro lugar en él. Como no creo que haya vida después de la muerte, es importante ser conscientes de que la vida es muy corta y debemos aprovecharla.”

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